frágil existencia
Hay momentos, incluso épocas, en las que nos sentimos vacíos, fuera de nosotros mismos, flotando es una dimensión surgida de nuestras propias reflexiones. En ese espacio no se ocupa ni masa ni volumen, y la paz y la inspiración son las únicas normas que ordenan un caos inexistente, un vacío eterno. Pero como la irrealidad caprichosa nunca puede llegar a ser realidad, los cobardes, ignorantes e infelices, se preguntan si en este mundo, que si es certero y comprobable, podrá encontrar algún día un espacio, en el que pueda sentirse la mínima parte de adaptado que en el mundo que él hubiera elegido, al menos en el que poder estar en una serenidad letárgica, que nos ayude a sobrevivir. No se nos concede el beneficio de la duda, no tenemos la oportunidad de contextar a ninguna pregunta; estamos determinados a un mundo establecido, en el que debemos seguir un camino ya trazado si no queremos caer por el precipicio. Solo nos queda someternos a este sino caprichoso. Y una vez aquí, con nuestros pies en un suelo que amenaza con tragarnos, cual arenas movedizas, debemos elegir como queremos actuar, entre inspiracion y expiración, entre pestañeo y pestañeo, entre paso y paso; hasta que llegue el fin inevitable.
Cuando estas preparado para formular una respuesta, cuando has reunido la suficiente valentia y confianza, puedes combatir el miedo que se cierne sobre ti recordando. Recordando aquellos consejos poco nítidos y olvidados, que algún día nos dijo cierta persona sabia (esas que hacen que algo en algun momento valga realmente la pena). A mi, personalmente, una de ellas (ni siquiera recuerdo si real o ficticia) me dijo que debemos aprobechar nuestra única arma invencible e inviolable en esta vida, eso por lo que muchos mataron y otros tantos murieron: la libertad. Y puesto que es afortunadamente nuestra, utilizarla agarrándose a ella con mas fuerza que a la propia vida. Luchar por lo que ciegamente queremos y enfrentarnos a lo que angustiosamente tememos, sin miedo a caer, sin miedo a morir en el intento.
Yo diría que es la opción acertada, un dulce reto que muy pocos afortunados se atreven a llevar a cabo.
Somos así, duramente humanos, simplemente marionetas de una sociedad que posee las cuerdas de nuestros actos, estados y pensamientos.
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