lunes, 5 de septiembre de 2011

Planteamientos tras un primer día de universidad


A veces nos debatimos entre amoldarnos a una burbuja echa a nuestra medida (aislante, impenetrable, subjetiva, propia) y abrir una grieta, profunda y definitiva, entre nosotros y el mundo real.
Crisis económica, guerra política, intolerancia, egoísmo, violencia, egocentrismo, morbo, ignorancia, ansias de poder... se presenta incalculable la cantidad de términos, igual de crudos como desagradables, que se pueden emplear para definir el transcurso del existir humano. Como animal social somos considerados, se nos plantea imposible la idea de no lidiar con los iguales que pululan sin cesar a nuestro alrededor; y es que sí, todos juntos construimos un sistema sin el cual el desarrollo del hombre sería imposible de llevar a cabo. En cambio, ello no incluye aquello de hacerlo en continuo amor y armonía.
Por un lado está la exigencia de tomar conciencia sobre aquello que sustenta nuestra historia como insignificante ser individual dentro del globo, dejando a un lado el opio de la comodidad y la minoría de edad, cobarde y voluntaria; y de hecho, los seres mínimamente inteligentes asumen de manera intrínseca dicho deber. En cambio, esto convive de forma irremediable con la natural tendencia al letargo de la realización personal, la consecución de ideales que se presentan como piezas imposibles de encajar en el puzzle de las directrices sociales. El frenético deseo a taparnos ojos y oídos frente a las noticias que se publican en los diarios, a los sucesos que interpreta el telediario, al boca a boca de sanguijuelas llamadas hombres y mujeres (para evitar controversias de género), se muestra a veces tan suculento como aquella manzana que hace algunos años se atrevió a morder nuestra matriarca Eva.
Las ansias de realización y mejora personal se ven, demasiado a menudo, paliadas por lo vano y ridículo de lo establecido y lo moral, y es entonces cuando nos mostramos desesperadamente voluntarios a renunciar al paraíso que supuestamente nos ha sido otorgados. Pero... ¿que hay tras ese paraíso? ¿acaso nada? ¿acaso se han encargado aquellos que guían a la masa como ganado de borrar todo lo que hay fuera de lo que unos pocos se han atrevido a construir a capricho? ¿debemos aceptar y adoptar un vulgar molde o morir en el intento?
Definitivamente el planteamiento existencial (del que tanto se mofan muchos ignorantes) es el ingrediente más común y más callado de la imponente y poderosa sociedad contemporánea.


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